La situación golpea muy duro a la industria del espectáculo; primero por razones económicas, y segundo por las características de la crisis que implicarán necesariamente un cambio en la forma de consumo de los productos culturales. Mirá la entrevista.

Crisis económica

José Palazzo es uno de los mayores empresarios y productores de espectáculos musicales de nuestro país y de la región. Su producto más reconocido es el Cosquín Rock, que se lleva a cabo religiosamente todos los años durante los primeros días de febrero en la Provincia de Córdoba en la localidad de Santa María de Punilla. Ya cuenta con una larguísima historia y es el festival más convocante de la Argentina.

La crisis mundial del coronavirus es un puñal para el mundo del espectáculo y Palazzo no duda en categorizarla como la peor crisis en la historia de la industria.

“No hay forma de que la industria del espectáculo se recupere de semejante bandazo, no hay ninguna posibilidad”, José Palazzo.

El espectáculo no sólo forma parte de aquellas actividades que han experimentado un cese absoluto de productividad por el aislamiento, sino que las características mismas del consumo de estos productos culturales son las que indican que esto es sólo el comienzo de un largo período en el que habrá que modificar la lógica de la industria.

Esto tiene obedece a dos grandes razones. En primera instancia, una razón económica. En contextos de crisis, los productos culturales no se presentan como bienes de primera necesidad. Esto claramente posterga el consumo de espectáculos.

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Crisis estructural

En una segunda instancia, y todavía más crítica, la característica más destacable de las grandes producciones de espectáculos es la asistencia de un elevadísimo grupo de personas. Es decir, son eventos masivos.

Las medidas de aislamiento son transitorias. Eventualmente, más temprano que tarde, podremos volver a salir de nuestras casas. Sin embargo, ya lo han dicho los especialistas del gobierno: la cuarentena es un proceso y el retorno a la vida cotidiana será gradual.

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Lo que decididamente no es circunstancial y que, muy por el contrario, deberemos incorporar e internalizar como medidas de salud pública de aquí en adelante son el distanciamiento y ciertos hábitos de higiene. Esto se presenta como un gran obstáculo para la industria cultural y de los espectáculos masivos en particular.

Todo parece indicar que pasará un largo tiempo hasta que podamos volver a reunirnos en un estadio de fútbol, un cine o espacio cultural. Al menos de la forma en la que acostumbrábamos a hacerlo.

Industria cuentapropista

La industrial cultural en Argentina es muy grande, aunque la cultura parezca un aspecto muy postergado en un país del tercer mundo atravesado por la desigualdad. De hecho, en términos económicos significa más que la industria de la pesca, por ejemplo.

 “Tenemos que preocuparnos por una parte de nuestra industria que no llega al día a día”, José Palazzo.

Sin embargo, la industria cultural argentina no escapa al contexto laboral de nuestro país en donde el componente de trabajo informal e independiente es muy alto. Todavía más, en su inmensa mayoría el mundo del espectáculo en particular está consistido por una gran cantidad de oficios y profesionales que desempeñan su trabajo de manera informal o independiente: músicos, actores, sonidistas, iluminadores, maquilladores, plomos y una larguísima lista de trabajadores que dependen exclusivamente del trabajo que se realiza día a día.

Esto alcanza a las grandes producciones que llenan un Luna Park, pero también a los artistas independientes que viven de tocar o actuar en bares y eventos culturales más pequeños.

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Sólo en Córdoba, José Palazzo estima que más de 6 mil personas están vinculadas directamente a la industria de la música en particular. Aquí no se tiene en cuenta la actividad económica que se estimula y beneficia indirectamente.

“Vos imagínate que hay un tipo que es naranjita que cuando nosotros hacemos recitales o bailes, va y acomoda autos”, José Palazzo.

Aunque me fuercen... Mañana es mejor

La crisis ha impuesto sus límites muy estrictos. No sabemos si podremos volver a un antiguo orden de las cosas. Sí sabemos que esto implica un necesario cambio: en el estilo de vida y por ello en las formas de consumo.

Hasta ahora, la industria cultural en Argentina tendía a la concentración en grandes producciones masivas cuyas condiciones sólo podían asegurarse con grandes cantidades de recursos. Los artistas que no están dentro de esos circuitos se encuentran en situaciones muy vulnerables. Es una gran brecha.

Como tantas otras veces, la creatividad deberá estar al servicio de la necesidad. Hoy contamos con importantes herramientas de comunicación que seguramente serán la clave para redefinir las lógicas de la actividad cultural en el futuro y cuyo acceso es más equitativo, aunque también hay grandes diferencias de acuerdo a la capacidad económica de solventar otros recursos. Quizás este cambio de condiciones también represente un cambio de oportunidades. Una pequeña esperanza en un horizonte muy negro.