Durante la madrugada del domingo 31 de mayo, varios policías sin orden de allanamiento ni identificación irrumpieron violentamente en la casa de una familia qom en la ciudad chaqueña de Fontana. Los policías, que además se presume que estaban alcoholizados, golpearon brutalmente, humillaron y amenazaron con armas a todos los presentes en el hogar, incluidos menores de edad. Mirá los testimonios de la familia.

En el relato de los hechos, la familia cuenta cómo las víctimas fueron golpeadas hasta la inconsciencia, rociadas con alcohol, escupidas y abusadas sexualmente. Patearon a los jóvenes en la cara y en la cabeza, los golpearon con las armas y amenazaron con prenderlos fuego. La brutalidad fue tal que uno de los policías detenidos se lesionó el tobillo.

El ataque racista por parte de las fuerzas de seguridad se dio a conocer por la grabación de Elsa Fernández, dueña de la casa, madre y tía de las víctimas.

Racismo argento: qué pasó con el ataque a la familia qom en Chaco

Informe del Comité de Prevención de la Tortura

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Hasta el momento, cuatro agentes de la policía chaqueña han sido detenidos: el oficial subayudante Cristian Eduardo Foschiatti, el sargento Cristian Omar Benítez, el cabo Cristian Ariel Flores y el agente Orlando Sergio Cabrera.

Los policías están imputados por vejaciones agravadas y torturas, allanamiento ilegal, apremios y privación ilegítima de la libertad.

Sin embargo, de no haber sido por la rapidez y vehemencia con la que se viralizó el video de las agresiones, este hecho de violencia institucional racista corría el riesgo de permanecer impune como la mayoría de los actos discriminatorios a los que son expuestos las minorías en nuestro país.

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La impunidad con la que actuaron los atacantes sólo puede tener lugar en una sociedad en la que se avala el racismo y la discriminación. Tanto más grave es que estos hechos hayan sido producidos por una institución.

No se trata de hechos excepcionales ni aislados, sino de ataques constantemente denunciados por todas las minorías que convivimos en la sociedad argentina. Allí donde desconocemos el racismo es justamente donde permanece oficialmente aceptado.

Hasta que la inclusión y la lucha contra la discriminación no encarnen en políticas públicas de educación efectivas, la discriminación seguirá haciendo enmudecer y enceguecer, sólo para despertar el escándalo espectacular cuando la brutalidad de los hechos logre romper la barrera de lo “socialmente aceptado”.

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