(Imagen: theindependent.uk  iStock/Getty)
El proyecto, sobre el cual se está trabajando todavía, apuntaría a dividir la aplicación progresivamente en tramos según los patrimonios. El primer tramo estaría representado por aquellos que poseen entre u$d 3 millones y u$d 5 millones, pero el promedio del partrimonio de los contribuyentes es más elevado. Se estima que esto alcanzaría a 12.000 personas.

Si se compara el salario promedio de algunos trabajadores con el patrimonio promedio de las personas a quienes alcanzaría el impuesto, se hace evidente que uno de los argumentos que esgrimen los operadores en contra de la medida es falso. La acumulación desigual no es producto del esfuerzo individual, por mucho que se practique.

La apleación de algunos medios y comunicadores a la identificación con la figura de la persona exitosa es engañosa y siniestra. Se pretende así mostrar esta medida como una acción persecutoria del estado a las libertades al éxito y a las libertades individuales. En realidad, por mucho que un trabajador promedio se esforzara, difícilmente podría, por sí mismo, acumular la cantidad mínima de dinero para estar incluido dentro del impuesto.

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Todavía más, se estima que el universo de contriubyentes alcanzados por el impuesto representa sólo un 1,1% de quienes aportan por bienes personales.

Al contrario de plantear una cuestión persecutoria y estigmatizante que nunca resultan sanas para una sociedad, se trata de una cuestión mucho más humana e impelida por la necesidad en una situación de extrema vulnerabilidad. ¿Tanto daño hace que los que se encuentran realmente en una posición privilegiada contribuyan un poco más, justamente de acuerdo a ese mismo privilegio? ¿Es ése el problema o es otro?

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