La representación del campo argentino sólo se manifiesta con vehemencia cuando se tocan las ganancias de un único cultivo: la soja. Cómo funciona y de quién es realmente el negocio.

¿Por qué el campo reaccionó ante la ley de suba de las retenciones a la soja? ¿Por qué no reaccionó ante el cierre masivo de tambos? ¿Por qué no reaccionó por las nulas cosechas de duraznos, manzanas, ciruelas y tomates en Mendoza y Río Negro?

La preocupación verdadera, ¿es por los pequeños productores o por los grandes exportadores?

El primer punto a tener en cuenta es que en el sistema agropecuario argentino quien produce no es el dueño del campo. Por lo general, quien lo hace es un arrendatario que alquila miles de hectáreas a varios dueños de pequeños campos. Es poco habitual que un productor con un campo de 200 hectáreas se dedique a producir soja en esas tierras.

La editorial de Tomás Méndez:

La razón de esto último obedece a que durante la gestión de Mauricio Macri los créditos para encarar la producción resultaban inalcanzables para los pequeños productores. Esto fomentaba la concentración de la producción agropecuaria en los grandes capitales.

¿Se cortaron rutas por eso? No, ni una palabra al respecto. Sin embargo, esta nueva realidad sólo convenía a los grandes empresarios ya que la inversión inicial para la siembra es muy costosa y sólo la pueden cubrir los importantes pooles de siembra.

Mirá el informe:

En líneas generales, se necesita el equivalente a 2000kg de soja por hectárea para producir el cultivo. La ganancia surge de todo lo que exceda esa producción.

No obstante, un primer problema es el alquiler de los campos. Un tercio de las ganancias se destina a cubrir este concepto. Entonces, en esta cadena de negocios hay gente que percibe cientos de miles de dólares sin trabajar, y lo que es peor, en negro.

Por otro lado, el negocio de la soja se volvió tan grande y tan rentable que se comenzó a sembrar en zonas desfavorables. En la Pampa Húmeda el rinde puede alcanzar hasta los 6000kg por hectárea, pero en suelos como los de Santiago del Estero o El Chaco la cantidad sólo llega a la mitad.

Además, hay que considerar que el flete desde esas zonas menos favorables también resulta más caro que el de las zonas más aptas, ya que éstas se encuentran cercanas al puerto de Rosario.

Mirá las consecuencias de la siembra indiscriminada:

Por ejemplo, en Venado Tuerto el alquiler de una hectárea se cotiza en $22.000 por año. Es decir, una familia con 400 hectáreas puede ganar hasta $9.000.000 anuales. Sin hacer nada y sin correr riesgos.

Sin embargo, el mayor problema del sistema sojero argentino es la cantidad de eslabones en la cadena de producción. En Argentina, el 50% de la producción la realizan personas que no poseen campos. A su vez, en el 70% de los casos también se contrata a otras personas para que siembren, pulvericen y cosechen.

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Pasando en limpio, en la cadena se encuentran: el dueño del campo, quien alquila el campo y quien siembra, pulveriza y cosecha. Todas esas familias viven de la misma tierra.

Finalmente, la mayoría de los insumos para el campo tienen su costo en dólares, ya sea semillas, fertilizantes o maquinaria agrícola. Es decir, para realizar una nueva cosecha esos dólares vuelven a remitirse al exterior y no permanecen en el país, toda vez que las grandes ganancias no sean también depositadas en cuentas en el extranjero.