La discriminación clasista es uno de los peores males que tenemos como sociedad. Invisible, se ejerce desde arriba hacia abajo, desde el poder hacia el pueblo. En los últimos días lo hemos visto en las declaraciones de la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, y otros tantos funcionarios que creen que el hecho de estar en situación de pobreza merece desprecio. Mirá la editorial.