Hay que llamar a las cosas por su nombre. Ramona vivía en una villa, no en un barrio. Y si realmente importara y no fuera por oportunismo mediático y político, la Villa 31 sería un barrio. Mirá la editorial de Tomás Méndez.

Siempre son las víctimas. No sólo de los dirigentes políticos que pasan y pasan, y ellos siguen ahí. Ellos también son víctimas de todos nosotros, que necesitamos desde lejos para conformarnos con lo que somos y creernos realizados o sentirnos un poco más exitosos.

Ramona vivía en una villa. Eso no es un barrio, es una villa. No hay urbanización, no hay hospitales. No hay agua.

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Por eso ellos cortan calles, porque les han cortado todos sus derechos: a estudiar, a trabajar, a comer y, Ramona bien te lo podría explicar, el derecho a la salud.

Por eso Ramona nunca fue para el sistema una persona. Ella es sólo una moneda de cambio entre opositores y oficialistas, entre periodistas de acá y periodistas de allá. Pero la semana que viene Ramona volverá a ser nada ni nadie, como fue hasta ahora.

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Ella subsistía donde viven los que limpian tu casa, los que meten la mano en tu inodoro para destrabarlo, los que te pintan las rejas, los que te sostienen el suero o te cambian el pañal en algún geriátrico que los tiene en negro.

Y en la villa también viven los niños que en el futuro estarán condenados a eso: a limpiarle la casa a tus hijos.

A ese lugar indigno llegó el coronavirus gracias a casi medio millón de personas que en los últimos meses viajó al exterior. Entonces, ¿quiénes son los responsables de que hoy estén todos infectados? ¿Sólo es Larreta, Alberto, Macri o Cristina? ¿O somos todos?

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Todos los que apenas tenemos un ahorro compramos dólares provocando que suba el billete y con él: los alimentos, el transporte, el gas y todo lo que los hijos de Ramona y sus vecinos necesitan para sobrevivir.

La verdad es que Ramona ni nadie que viva en una villa nos importa. Porque para que alguien haga el trabajo que nosotros no queremos hacer alguien tiene que vivir en una villa.

Ayer Ramona era una mierda que nos cortaba la ruta. Hoy Ramona es el muerto que se tiran los políticos y los periodistas entre sí para defender sus propias posturas. Pero para ser sincero, si Ramona nos hubiera importado, la Villa 31 hoy sería un barrio.