Está ocurriendo en los países del primer mundo. La saturación de los sistemas de salud hace que se tenga que elegir entre quienes tienen más posibilidades y quienes no. La importancia de que los estados actúen a tiempo y la perversión de priorizar la economía por sobre la salud.

Sistemas de salud en jaque

Desde los comienzos de lo que fue primero un brote, luego una epidemia y finalmente una pandemia, se sabía que el virus en sí mismo no era peligroso. Representa un riesgo para los adultos mayores y en especial para quienes ya sufren de alguna patología anterior.

Sin embargo, como ya también se sabe desde hace tiempo, el problema mundial radica en la combinación entre la rapidez de los contagios y la capacidad de los sistemas de salud para dar respuesta a grandes cantidades de infectados al mismo tiempo.

Mirá el video

Estados negligentes

Ningún sistema de salud en el mundo está preparado para hacer frente a los contagios que habría si no se tomaran medidas. España e Italia son dos claros ejemplos de ello.

La negligencia de los gobiernos permitió que el virus circulara por las calles durante un tiempo suficiente como para que hubiera una cantidad de contagios que luego se tornara incontrolable.

Cuando el virus evoluciona hacia una neumonía los pacientes deben internarse de urgencia. Si no hay camas, respiradores, insumos y recursos humanos disponibles, la vida de esa persona corre mucho riesgo.

Todavía más, hay mucha gente que no sufre de coronavirus, pero sí de otras enfermedades y que necesita de la atención médica hospitalaria. Tanto en España como en Italia, millones de operaciones programadas debieron ser postergadas indefinidamente.

En esta situación de desbordamiento, el sistema obliga a administrar estadísticamente los recursos como si se tratase de una inversión y no de vidas humanas.

Leé también: “Te ruego que te quedes en tu casa”, el pedido de una cordobesa que perdió a su hijo por coronavirus.

Se prioriza a los jóvenes y a quienes puedan hacer mejor provecho de los recursos. En otras palabras, es un desperdicio de recursos si se destina una cama y un respirador a un anciano que morirá en pocos días. Bajo esta lógica, un adulto mayor es el último en la lista.

Mejor prevenir que curar

Así se comprende la importancia y la necesidad de que los estados actúen, sobre todo, preventivamente. Al no existir cura, todo lo que se puede hacer es intentar controlar la cantidad de contagios para poder dar respuesta y asistencia a quien lo necesite.

La monumental preparación en nuestro país de recursos materiales y humanos, desde el las Fuerzas Armadas hasta los clubes de fútbol, no debe asustar, al contrario. La mejor medida es preparar la capacidad de respuesta para evitar el desbordamiento.

Y cumplir con la cuarentena para que nada de esto suceda, claro.