La locura no perdona. Toda una semana alentando la violencia no podía terminar de otra manera. ¿Quién ser hará cargo?

Los caranchos lo saborearon. Encontraron una muerte violenta a pocos días de las elecciones. Hurgaron en ese cuerpo, hurgaron en ese dolor. Alentaron los gritos de furia. Propalaron las consignas antidemocracia.

Le dieron micrófono a las bestias. Y les pidieron más y más.

Armaron un circo. Se sacaron fotos a sí mismos, abrazando a los deudos.

Desparramaron las peores metáforas: gruyere, primero bala, exterminio, militares.

Mintieron sobre las cárceles. Mintieron sobre las estadísticas. Mintieron sobre el uso de las armas. Mintieron sobre la policía.

Alentaron, carroñaron, aterrorizaron, lucraron.

Y lo peor que se le puede hacer a una sociedad: sembraron el odio. El odio hacia el distinto, el odio hacia el oscuro, el odio hacia el pibe de gorrita, el odio al pobre.

Bastaron sólo ocho días de todo ese odio transmitido por la cadena nacional del odio, para que el odio se convirtiera en muerte. La redundancia es inevitable. Y sucedió. Era previsible.

El discurso de muerte tardó sólo 8 días en convertirse en realidad

Vos sos polícía de la Metropolitana. El Estado te puso un arma en la cartuchera para que cuides a los que más tienen. A eso lo tenés bien claro.

De repente te cruzás con cuatro pibes en un auto que vienen de jugar al fútbol, y vos en tu inoperancia los confundís con vaya a saber qué. Y te habías pasado toda la semana escuchando a los líderes del gobierno que te paga el sueldo, que tenés que disparar y después preguntar. Que tenés que dejarlos como un gruyere y luego preguntar. Que tenés que tirar por las dudas. Mucho más si son pibes de cierto aspecto.

Entonces disparás. Porque al fin y al cabo estás obedeciendo. Y volvés a disparar. Porque en definitiva, es lo que te dijeron toda la semana que tenías que hacer. Y otra vez disparás.

Y cuando te das cuenta que eran simples pibes que venían de jugar a la pelota, lo que hacés es plantarles un arma. Porque sabés que se te viene la noche.

Y en eso tenés razón. Se te viene.

Porque los mismos tipos que durante ocho días te calentaron la oreja para que cometas locuras, hoy se van a despegar como si nunca hubieran dicho nada.

Porque las periodistas que vociferaban pidiendo balas, hoy van a preguntarle a los pibes, con cara de compungidas, qué votaron el domingo, como si eso importara algo.

Porque los políticos que proponían la portación de armas como solución al delito, hoy se harán los distraídos como si no tuvieran nada que ver.

Porque así funciona la cosa, maestro. Las víctimas siempre las ponen los sectores populares. Y por los verdaderos culpables en casos como estos, no los boludos que dispararon, nunca nadie se va a preguntar.

¿Para qué?

Si te pueden echar la culpa a vos.

O a los mismos pibes.