Es el segundo país con menos tasa de homicidios en el continente, varios cuerpos por detrás de Venezuela, Brasil, Colombia y hasta Estados Unidos. Sin embargo, Argentina es uno de los países donde la gente más miedo tiene de que la maten, según datos de Naciones Unidas. Cómo se explica este divorcio entre los temores y la realidad.

El país está conmovido por el destino sangriento de un simple laburante que se ganaba la vida atendiendo un kiosco en Ramos Mejía. Seis disparos, a corta distancia y por unos billetes. Fuga y captura.

La gente sale a la calle, es lógico. Indignación, llantos, temor. Búsqueda de culpables.

Las cámaras y los micrófonos que todo lo magnifican. "No se puede seguir viviendo así", claman los desamparados vecinos. Y uno se apura a darles la razón.

Desde los cómodos estudios de TV, panelistas y conductoras ponen gesto de congoja, mientras revuelven una y otra vez en el fondo de los sentimientos más elementales: los que causan las muertes absurdas. Entonces dicen que a los asesinos los liberó el presidente.

Palpando el clima popular, los políticos de siempre sienten que es el momento de avanzar. Algunos se sacan una foto a sí mismos abrazando a los deudos. Otros, caranchean en los muertos y en el miedo y salen a pedir cosas inhumanas. Total nadie saldrá a rebatirlos.

Del otro, lado, asustados, los miembros del oficialismo hacen concesiones discursivas y se terminan sumando a la misma locura, no vaya a ser que pierdan algún votito...

Esa ha sido la Argentina de la última semana. Un crimen violento y una sociedad en la que prende el miedo cuando el discurso que baja indica que tiene que ser así.

QUE PODAMOS VER LA REALIDAD

Siento que todo este remolino de ideas, de emociones, de consignas, de respuestas, quizás no nos está dejando pensar. No nos está permitiendo parar un rato el juego y mirar el campo.

Porque encima, si lo hacés, podés quedar como si estuvieras del lado de los que relativizan el dolor. De los que responden con cifras que nunca van a lograr convencer a nadie.

Pero siento que aún así hay que hacerlo.

Cuando nos ponemos a buscar las estadísticas sobre homicidios violentos, nos damos con que Argentina anda en un número alrededor del 5,5 por cada 100 mil.

¿Es una barbaridad?

¿Es mucho?

¿Es poco?

Para el que se le murió un ser querido en un hecho delictivo, simplemente ES TODO.

Para los que deben diseñar las políticas en contra del delito, es bastante.

¿Y para los que tienen que pensar las leyes?

Ya lo vamos a ver. Pero antes estaría bueno poner en contexto esa cifra y ver cómo estamos parados en el continente, donde en muchos países se viven situaciones sociales, económicas y culturales similares.

Entonces recurrimos a los datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, que congrega los datos de todos los países del mundo.

Delito en Argentina: el divorcio entre las “sensaciones” y lo que verdaderamente pasa

Ahí lo tenés. Argentina es el segundo país del continente con más baja tasa de homicidios. Sólo la supera Chile. Once veces menos que Venezuela; cinco veces menos que Colombia o Brasil; la mitad que Uruguay.

Esto no es sólo mérito del actual gobierno, sino también del anterior. Y del anterior. Por eso, mejor preferiría decir que el hecho de que el nuestro sea uno de los países con menos homicidios del continente, es más bien mérito de la sociedad en su conjunto.

Pero volviendo a los números anteriores, si abriéramos esta estadística a todo el continente americano, encontraríamos cifras de terror en Centroamérica y el Caribe. Ni hablar.

Pero atención: en Estados Unidos, la cifra de homicidios es bastante más alta, con 7,8 por cada 100 mil personas. ¡Estados Unidos! La tierra donde la Policía dispara y luego pregunta, y donde rige la pena de muerte en la mayoría de los estados. Es esa misma pena de muerte que ahora vuelven a pedir en nuestro país, como si fuera la solución a algo (más que al clamor mediático).

¿Y entonces por qué tanta locura en la gente y en los medios con ese discurso de que en Argentina ya no se puede vivir?

Esperame: ya vamos a contestar eso. Pero antes veamos otro dato.

CÓMO LA VEMOS

Así como hay estadísticas de delitos en todo el mundo, también los investigadores sociales y criminólogos realizan lo que se llaman "encuestas de victimización". ¿Qué significa esto? Son encuestas en las que le preguntan a la población sobre el temor que tienen a ser víctimas de un delito.

Hay un estudio muy interesante elaborado por el Instituto Alemán para la Investigación Económica, que se llama Crimen y Victimización. Ahí no sólo se comparan las cifras concretas y objetivas del delito, sino que también hay un cotejo muy oportuno sobre la percepción de las poblaciones de los diversos países. Cuánto temor tiene una población a ser víctima de un delito.

Y al dar los datos de Argentina, resulta que nuestro país se ubica cuarto entre la población con más miedo en la región. Sólo por detrás de Brasil, Venezuela y Bolivia.

Este es el gráfico, mirá:

Delito en Argentina: el divorcio entre las “sensaciones” y lo que verdaderamente pasa

Entonces recordemos. Es el segundo país con menos tasa de homicidios del continente, pero es el cuarto donde la población tiene más miedo a sufrir un delito. ¿Cómo se explica esto?

Y bueno, la explicación vas a tener que buscarla en esos paneles de TV, con sus conductoras y panelistas de caras compungidas.

La vas a tener que buscar en las decisiones de los gerentes de contenidos en los canales, en las radios y en los diarios.

La vas a tener que bucear en el discurso de la derecha argentina, pidiendo dejar como a un “queso gruyere” a los que delinquen, exigiendo mano dura, pidiendo pena de muerte y niños encarcelados desde los 12 años.

Es un discurso que, afortunadamente, va en contra de la realidad. Esa llamada "sensación de inseguridad", que suele servir de explicación trunca a lo que nos sucede, no es ni más ni menos que este divorcio entre los números reales y las percepciones de la gente.

De algún lado salen.

Y ya sabemos de dónde.

Y acá no interesa buscar culpables, porque en definitiva los medios hacen lo que les garpa y lo que mueve la aguja y calienta las pantallas.

Lo que sería un desatino es que los políticos, tanto en el Gobierno como en el Congreso, se dejen atravesar por este discurso mediático fundado sólo en IBOPE que pretende marcarles la agenda.

Eso sería cometer un error.

Y ese tipo de errores se pagan muy caro. No en votos. Se paga en avanzar en un rumbo autoritario y punitivista, que no sólo no corrige "el problema de la inseguridad" sino que lo acentúa, como ya sucedió en muchos momentos de nuestra historia.

¿Y entonces qué hacemos?

Hay mucho por hacer. Por de pronto cumplir las leyes que tenemos.

Empezando por la Justicia.

Pero bueno, esto ya es otro tema.