Lo que nos dejan pensar las consecuencias del COVID-19. Texto de Max Delupi.

Te va a llamar la atención que ahora no aparezcan los neoliberales; los que tienen las soluciones rápidas, los que quieren las low-cost en el país.

¿Te acordás cuando te contaban que iban a bajar el precio de todos los vuelos al exterior y al interior de Argentina, ida y vuelta? ¿Dónde están ahora los que nos aseguraban que Aerolíneas Argentina perdía dinero?

¿Serán esos mismos los que hoy piden a la línea del estado que vaya a buscarlos a lugares donde estaban vacacionando o haciendo negocios alrededor del mundo?

¿Dónde están los que aseguraban que la salud pública era un desastre y que nada de eso valía la pena?

Esa salud pública donde llegás y te preguntan tu nombre, tu edad y qué comiste la noche anterior. No te preguntan si tenés plata, en qué barrio vivís o qué preferencia política o religiosa tenés.

También en esto será el estado el que te va a salvar.

¿Dónde están? ¿Dónde se los encuentra? ¿Dónde se los busca? ¿Dónde se les pregunta?

Aquellos que sacaron el Ministerio de Salud y lo hicieron mierda. Aquellos que te decían que no era necesario hacer hospitales nuevos y que no íbamos a gastar más plata en eso.

No conocen la inversión en vida. Conocen solamente la inversión financiera, únicamente lo que da rentabilidad monetaria.

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En el sistema de cuánto tenés y cuánto valés, no es lo mismo que se infecte de coronavirus un famoso o un millonario, porque la vida de un famoso o un millonario vale más. Igual que el coronavirus. Vale más porque afectó a Italia y a España, los países que nosotros admiramos.

Esos a los que visitamos y deliramos por los trenes que llegan a horario o porque no tienen inflación. Pero hoy revientan sus sistemas de salud pública, simplemente porque también fueron manejados por neoliberales.

Desde hace unos meses, un francotirador se subió a la azotea. Es un francotirador invisible y va a elegir sólo a algunas víctimas.

En general, va a elegir a las víctimas que el sistema ya no necesita: las más pobres, las más viejas. Eso será así porque no tiene que ver con el virus, tiene que ver con el manejo de la economía y la distribución de la riqueza.

El coronavirus vino a desnudar un mundo donde los políticos no viven como la gente, donde los dueños de las empresas, menos; y donde los que se dicen llamar el campo, que son unos poquitos, pero se han adueñado del nombre, tampoco viven como la gente.

En definitiva, es una lucha sin salida para las mayorías: te agarra el virus o te agarra el sistema. La desocupación, la humillación, la miseria de tener que esperar en estos próximos días que alguien, si esto recrudece, te lleve aunque sea un bolsón de comida.

Mientras tanto, algunos pueden acumular miles de cosas en sus casas. Salen a los supermercados para llenar sus alacenas y otros no pueden salir a buscar absolutamente nada. Lo único que pueden hacer es que les toque, en suerte, que no los agarre el virus.

Los que se fueron en diciembre, los de la salud privada, de la aerolínea de bajo costo, los que tenían todas las respuestas fantásticas, están llenos de millones guardados en paraísos fiscales. Algunos dicen que esa plata no va a volver.

Tengan por seguro que sí va a volver. Toda esa plata va a volver. Volverá en nuevas formas de tomar el poder para volver a convencernos, una y otra vez, que el estado de bienestar no existe. Que no podemos ser todos iguales. Que tu esfuerzo tiene que ser recompensado. Peor aún, que eso de que alguna gente sufre, pasa en todo el mundo.

Lo que nos hemos dado cuenta que pasa en todo el mundo es que la vida no tiene precio, y que este sistema no se puede sostener sin consumo. Por eso, la diferencia entre esta pandemia y otro tipo de enfermedades es que el mundo no va a volver a ser nunca más lo que era.