Históricamente Bolivia y Colombia eran los dos países proveedores de clorhidrato de cocaína. Pero ahora es Paraguay uno de los mayores almacenes de esta droga, desde donde se envía a los países de la región y Europa.

Un ucraniano sin documentos había sido encontrado viajando en el baúl de un auto en la Ruta Nacional 14, en Entre Ríos. Había partido desde la localidad correntina de Itá Ibaté, donde residía el dueño del vehículo, un ex candidato a concejal y dueño de una cabaña de pesca.

Entró al país en forma clandestina. Pretendía que el conductor lo traslade a Rosario, donde estaban su mujer y su hija.

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Pero, como la Policía lo descubrió, se le tramitó una deportación a Paraguay. Nunca fue preso, jamás investigaron su interés por viajar a Rosario.

El 22 de enero pasado, Victor Melnyk fue detenido nuevamente, pero en Paraguay. Fue durante una operación al que la Justicia de ese país bautizó “Operativo Navys”.

En esa acción, incautaron 947 kilogramos de cocaína. La droga iba a ser despachada hacia Europa en contenedores que serían transportados en barco desde Paraguay a la Argentina, y de allí a Viejo Mundo. Sospechan que tenía vínculos con la banda de Los Monos.

Victor Melnyk era quien articulaba las transacciones entre ambos continentes.

El circuito es complejo. En Bolivia se producen las hojas y la pasta base, pero también se la prepara para el consumo. Una parte de esta producción en mandada directamente a otros países, pero otra es llevada a Paraguay.

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Es que, desde Bolivia, además, es difícil enviar los cargamentos a otros continentes y Paraguay tiene muy desarrollado el sistema de transporte fluvial.

Debido a que las fuerzas de seguridad -Gendarmería Nacional y las policías provinciales- coparon las fronteras e intensifican los controles en el Norte argentino, para los narcos es dificultoso enviar grandes cantidades de la droga vía terrestre, aunque sigue el tráfico de este modo, con cargas que llegan a las principales ciudades de las provincias, incluso a Chile y Bolivia.

Por tierra, además, se descubrieron organizaciones que operaban desde Misiones. La maniobra consistía en viajes en automóviles desde Iguazú a la ciudad de Foz de Iguazú, y desde allí a Ciudad del Este, donde se escondía la droga en los autos que viajaban desde esta última ciudad a Gualeguaychú donde está el puente que une esa localidad con Uruguay.

Es por ello que Paraguay se convirtió en un “almacén” de cocaína, donde se recibe la pasta base, se la refina, empaqueta y se la envía.

A la Argentina llega generalmente en avión. Los vuelos clandestinos de avionetas que cargan entre 300 y 500 kilos hacen vuelos desde la frontera paraguaya hacia campos del Norte de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, el mismo modo de operación que se hace con la marihuana.

Las organizaciones narco, rescatan esos cargamentos y los distribuyen a las bandas que, finalmente, las venden en las villas de las ciudades y pueblos del Interior.

En otras ocasiones la cocaína también llega en contenedores a los puertos de la provincia de Santa Fe y Buenos Aires.

Pero, para que esto pase, debe haber connivencia de funcionarios de aduanas, de las fuerzas de seguridad y de la política.