Vamos recién dos días y ya nos hemos cansado de escuchar y leer análisis sesudos sobre las elecciones, sobre el proletariado votando por la oligarquía, sobre los trabajadores que se perjudican a sí mismos y un montón de sandeces que lo único que buscan es licuar las culpas propias y apuntar al del lado. Mientras tanto, desde la derecha se frotan las manos y creen que hicieron el mérito. Gente: las causas son mucho más sencillas. El problema es que a muchos no les conviene entenderlas.

No es tan difícil de entender. El problema es que hay que mirar hacia adentro. El problema es que hay que pasar por el espejo y animarse a ver. Y eso es una práctica que muchos políticos prefieren no hacer.

Porque en un punto Milei tiene algo de razón. Es una casta política. Es un grupo convencido que se merece los privilegios que tiene. En serio. Están convencidos.

Tan convencidos están, que terminan pidiendo al resto lo que ellos mismos no hacen. ¿Todos igual? Sí, todos igual. De un lado y del otro de la grieta.

¿Pero cuál es el problema especial con el actual gobierno? El problema es que en ellos la contradicción se vuelve mucho más palpable, mucho más visible. Con la derecha no hay drama porque siempre fueron privilegiados y te lo refriegan en la cara. Pero con el peronismo la contradicción siempre cobra una mayor dimensión, porque en definitiva te están pidiendo algo que ellos mismos no hacen. De ahí la bronca.

Hay que tener mucho cuidado cuando vos desde el gobierno le pedís al pueblo sacrificios que vos ni en tu puta vida harías. ¿Te acordás cuando Macri te decía un día que había que acostumbrarse a usar dos pulóveres en casa, y que no tenías que “andar en patas”, y al día siguiente subía una foto con Juliana y Antonia, los dos en remerita? ¡Claro que te daba bronca! Si a vos te pedía que pagaras sin chistar una factura del gas que se había multiplicado por diez.

Bueno, eso que tanta bronca nos dio, hoy resulta que lo está haciendo el gobierno que fue elegido para acabar supuestamente con esos privilegios. Y en esa dimensión tiene que ser entendida la foto de Olivos.

La vida que queremos, la vida que ansiamos recuperar, esa buena vida que alguna vez tuvimos sin saber, es la misma buena vida que se han dado muchos de nuestros dirigentes, mientras te pedían a vos esfuerzos. ¡Y encima la usan de slogan de campaña! La contradicción resulta letal. No le busqués más vueltas.

Porque mientras “la vida que queremos” no la disfrutaba nadie menos ellos, en la calle la gente la tuvo dificilísima para sostener el laburo. En la casa la tuvo complicadísimo para contener a los chicos con la escuela virtual. En el súper, las familias vivieron el pánico de ver lo que costaba llenar un changuito mientras tenían que elegir qué comer y qué no para que la cuenta no se haga imposible.

Me acuerdo que, al inicio de la pandemia, la derecha presionó fuerte para que los políticos se bajaran los sueldos. ¿Te acordás? Fijate vos. Visto a la distancia, hubiera sido una medida excelente. Hubiera sido una señal. Hubiera dado la autoridad moral y cívica que después fueron perdiendo. ¡Qué mal la vieron!

Por eso las urnas… por la contradicción. Por el champagne en la mesa del cumpleaños de Fabiola, mientras un amplio resto de la sociedad no tenía ni para el agua de la canilla.

Y ojo: no quiero que esto suene a antipolítica. Es todo lo contrario: ES UN PEDIDO DE MÁS POLÍTICA. Política como herramienta de transformación social. Política como forma de comunicación con la gente común y corriente. Justamente, por no hacer política, por cobijarse en los privilegios, por convencerse de que son intocables, por cuidar la quintita…

Por todo eso, es que hace dos años, hubo una parte de esa casta que se tuvo que ir en primera vuelta; y ahora a los dos años, la otra parte de la misma casta, que se la creyó demasiado, terminan pegándose un piñazo contra la realidad.

Entonces no se hagan los sorprendidos cuando aparecen estos engendros sociales y políticos que terminan llenando los espacios que les dan en bandeja los autopercibidos “políticos profesionales”. Porque esos políticos profesionales, que ahora se perciben tan ganadores, son los que desde la comodidad de los medios propios braman contra las indemnizaciones y piden que los trabajadores sean dejados a la buena de algún dios. Justo ahora.

Eso sí, esos mismos que te hablan, son los que han vivido toda la vida del Estado. Ya sea como políticos, como asesores, o como contratistas públicos. Te aseguro que no falla. Y si no, fíjate, uno por uno, quiénes piden semejante barbaridad.

Entonces creo que el panorama está bastante claro. Se acabó la paciencia. Porque cuando la mano viene jodida, cuando nos sumergimos en una crisis y la mano viene fiera para todos, está claro que la sociedad ya no está dispuesta a seguir tolerando privilegios que quizás en épocas de bonanza te las deja pasar.

Entonces despierten, señor dirigentes: si no se bajan del pedestal, después ya va a ser demasiado tarde cuando nos gobiernen los indeseables.