El gobierno ha impulsado una serie de medidas para prevenir y controlar las inminentes infecciones del virus COVID-19. Mirá la editorial de Tomás Méndez.

Carrera de obstáculos

A pocos meses de asumir, el gobierno de Alberto Fernández ha tenido oportunidades para probar sus capacidades ante distintos problemas. Ha sido un verano atípico, en donde las calurosas sensaciones térmicas compitieron con el calor de la agenda política.

Casi sin perder un segundo, el gobierno preparó la sanción de la Ley de Solidaridad Social y Reactivación Económica, una ley de emergencia. Dentro del marco de la misma se discutieron los aumentos a las jubilaciones, que fueron muy cuestionados conjuntamente con los poderes extraordinarios concedidos al Poder Ejecutivo.

La negociación de la deuda con el FMI fue otra de las arduas pruebas que el nuevo gobierno debía pasar. Hasta ahora todo parecería marchar de la mejor manera posible.

Luego encaró una reforma de las jubilaciones de privilegio. Este hecho es la antesala de una anunciada reforma integral del Poder Judicial que ya ha traído fricciones.

Finalmente, emprendió una última reforma: la del esquema impositivo de las retenciones de exportación del sector agropecuario. Todo aparenta que de este conflicto el oficialismo ha salido airoso teniendo en cuenta el altísimo costo político que había tenido el mismo enfrentamiento en 2008.

No es para subestimar lo hecho en tan poco tiempo, apenas 3 meses. Sin embargo, hasta aquí el gobierno de Fernández eligió cuidadosamente sus batallas. Nada de esto lo tomó por sorpresa.

En este sentido, los sucesos ocasionados por el coronavirus, recientemente declarado pandemia por la OMS, han sido la excepción. Hay aquí una circunstancia que no pudo tenerse en cuenta y que desafía las capacidades de cualquier gobierno, como ya lo ha hecho con Italia y España.

"Es una oportunidad para desarrollar políticas de estado. ¿Por qué no decir que Argentina puede ser un país del primer mundo desde lo político?", Tomás Méndez.

Mejor prevenir que curar

Si bien nuestras condiciones geográficas son una variable a favor con respecto a los países del hemisferio norte que se encuentran atravesando el invierno, ese factor no ha resultado una barrera absoluta contra los contagios.

Mirá la editorial de Tomás Méndez

Aun cuando se trata de una infección con una tasa de fatalidad muy baja, las consecuencias mundiales y las medidas extremadas por Italia, España y Estados Unidos indican que se trata de una situación difícil de exagerar. No por nuestro presente, sino por un posible futuro cercano.

El actual gobierno dio un primer paso en falso cuando intentó disipar las probabilidades de que hubiera un pronto brote de coronavirus en nuestro país. Según los dichos del Ministro de Salud, Ginés González García, no esperaban que llegara tan rápido y se confiaba que el virus no podría sobrevivir a las altas temperaturas estacionales.

Aquí se demoró unos días en poner correcta y totalmente en marcha el aparato estatal para prevenir que potenciales contagiados ingresaran al país. Fueron los momentos críticos en donde personas provenientes de los principales países afectados llegaron a Argentina, muchos sin ser registrados.

Los contagios son inevitables, tarde o temprano el virus llegaría. Un país como Alemania espera un 60% de infectados. Lo que se puede hacer es minimizar los riesgos, ya de por sí bajos para la salud de la mayoría, y traer tranquilidad a la sociedad siempre animada por la paranoia.

"Hace 60 días surgía un virus en un pueblito de China y ya está en Chaco. Por eso es importante que el estado esté presente, desde la compra de barbijos hasta las medidas sanitarias", Tomás Méndez.

Tierra a la vista

Por suerte, durante los últimos días se ha podido apreciar una gran actividad y predisposición del gobierno. El presidente ha anunciado una serie de medidas concretas dispuestas a prevenir y controlar los contagios. Con todo, nuestra situación dista mucho todavía de parecerse a la de los países del hemisferio norte.

En general, la acción y la decisión del gobierno son buenas señales, no únicamente en un asunto de salud pública y restringido a este problema en particular, sino en un sentido más amplio de saber que el estado está atento a las necesidades de la sociedad. Eso, más que nada, tranquiliza.