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Después de mucho tiempo, Bolivia accede a un préstamo del FMI de 320 millones de dólares con la excusa de hacer frente a la pandemia. Estados Unidos realiza donaciones por 750 mil dólares luego de sancionarlo en 2018, cuando gobernaba Evo Morales. Así, los custodios del orden económico neoliberal apoyan y financian a un gobierno de facto. Señal de que no importan las democracias sino a quién le compran. Mirá la entrevista exclusiva al expresidente.

Durante los últimos años del triple mandato de Evo Morales, el país vecino ostentaba los índices de crecimiento económico más altos de Sudamérica. No menos importante, durante su gestión se disminuyeron drásticamente el analfabetismo y los índices de pobreza, y se desarrolló una avanzada política de derechos humanos cuyo mayor emblema es el reconocimiento de las culturas nativas.

Nada de esto se hizo con el financiamiento del FMI, una institución que, nuestro país sabe bien, jamás tiene dentro de sus intereses el crecimiento de un estado soberano. Si el FMI se asoma, no pueden ser buenas noticias.

El 10 de noviembre de 2019, Evo Morales renuncia al cargo de presidente en medio de presiones por un supuesto fraude electoral en el que el sufragio lo declaraba presidente del país por cuarta vez consecutiva. Recientemente, dos investigadores del MIT, publicaron un estudio estadístico en el que concluían que no había razones para sospechar fraudes en las elecciones.

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En Bolivia hubo un golpe de estado y hoy ejerce el poder un gobierno de facto. Ahora, después de 14 años, Bolivia vuelve a acceder a un préstamo del FMI de 320 millones de dólares con la excusa de hacer frente a la pandemia.

“Sorprende el pedido de 1.000 de dólares al Fondo Monetario Internacional sabiendo que las políticas del FMI son condicionadas, nos chantajean con privatizaciones. Siempre plantean flexibilización laboral que significa el despido de trabajadores, el achicamiento del estado o el cambio estructural del estado”, Evo Morales.

Ahora, después de que en 2018 Donald Trump sancionara al país boliviano por “no cumplir con estándares mínimos de la Ley de Protección de Víctimas de la Trata de Personas”, Estados Unidos decide realizar una donación valuada en 750 mil dólares al gobierno de facto.

320 millones de dólares no hacen un gran crédito para un estado nacional, teniendo en cuenta que nuestro país solicitó más de 200 veces esa cantidad. 750 mil dólares, mucho menos. Son acciones simbólicas. Así, Bolivia se inclina ante los grandes custodios del orden neoliberal global y estos financian a un gobierno de facto; señal de que no importan los slogans de la democracia sino a quién le compran.

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Es la crónica de una muerte anunciada, Argentina lo sabe bien. Después siguen las “misiones de especialistas” que controlan los gastos de los estados quasi-soberanos, las presiones para las privatizaciones y las desregulaciones del mercado laboral y financiero. El Fondo Monetario Internacional no vende préstamos, vende pobreza.